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REPARACIÓN

 

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¿Queremos amar de veras a Dios? Dos cosas hace el amor: procurar a quien se ama todo el bien de que carezca, y librarle del mal que sobre él pesare. Con el apostolado le procuramos a Dios el bien, le damos las almas; con la reparación le libramos del mal, lavamos Su divino honor de las manchas que le infieren los pecados. Sí, debemos saber que puede una injuria borrarse, dando una satisfacción. Y ¡cuántas podríamos darle no sólo por nuestros pecados, sino por los infinitos que cada día se cometen! Las mismas oraciones, sacrificios, acciones de cada día y propaganda entusiasta que sirven de apostolado, sirven de reparación si con esa intención se hacen, ¡Que reines Jesús, perdónanos nuestras deudas! Porque reines, y por lo que te ofendemos, han de ser jaculatorias que siempre estén en nuestros labios. Dos oficios principales tuvo Jesús en su vida terrestre: el de apóstol, que funda el reino de Dios, y el de sacerdote y víctima que expía los pecados de los hombres. Dios quiere que los mismos tengamos nosotros y pretende hacer de cada hombre una copia exacta de Jesús, un pequeño redentor. ¡Qué sublime y qué honroso para nosotros!  

Mensaje de Jesús y María en San Nicolás, Argentina:

29-12-86               1059

Veo a Jesús, desde el medio de su pecho sale una gran Luz blanca.

Me dice: Mira, este es mi Corazón, herido por la indiferencia de los hombres.

Nada será tan terrible como muchos temen, si las ofensas a Dios son reparadas.

Tus hermanos deberán nutrirse espiritualmente, deberán amar a mi Corazón golpeado tan crudamente.

Pido amor a Dios y no desprecio, sin amor a Dios, desaparece el hombre, si hay amor a Dios, perdurará el hombre.

 

12-6-87                 1197 

Gladys, ora por el ateísmo, para que no se extienda. Ora, por la persecución, que está sufriendo la Iglesia.  Ora, por la flaqueza espiritual de tus hermanos. La acción misericordiosa del Señor es tan grande, que llegará; todo consiste en la oración, en la reparación. No cesaré de pedir a mis hijos: Dejad ya de ofender a Dios.

Bendito sea El.

 

6-11-87                  1293 

Es constante mi preocupación por todos mis hijos; es por eso que intervengo, es por eso que necesito almas reparadoras, perseverantes en la oración y confiadas en el Amor de Dios.

Ora hija mía, por las almas  alejadas  del  Corazón de Jesús.

Alabado sea.

 

24-9-88                   1522 

Veo a la Santísima Virgen, me dice: Cristo Jesús, Cordero sin tacha, Corazón Purísimo, Redentor del mundo, que lavó con Su Sangre, los pecados de los hombres. ¡Tanto Amor encierra Su Corazón y tanto dolor!

Amado sea por todas las almas, porque siendo amado, serán reparados los ultrajes que recibe.

Si es amado, Su Amor, descenderá copiosamente sobre las almas.

Gloria al Señor.

Hazlo conocer.

 

2-6-89                    1666 

Más tarde veo a la Santísima Virgen. Me dice: Me dirijo a todos mis hijos: El Sagrado Corazón de Mi Hijo, quiere ser consolado; mucho Amor hay en El.

Sed conscientes del Gran Amor de Jesús; sed conscientes de que ha llegado la hora en que los agravios a Su Corazón, deben ser reparados.

Ha llegado la hora de que comprendáis que muy Grande es la Gracia, para que la dejéis escapar.

Podéis retenerla, si sois generosos, si hay humildad, caridad y capacidad de amar en vuestros corazones.

Si hay verdadero amor a Dios, hay verdadera entrega a Dios,

Las Glorias sean a El.

Predícalo.

 

22-9-89                   1713 

Tengo una visión. Veo gente, violencia, sobre todo en gente joven y miseria, mucha miseria; todo pasa muy rápido frente a mis ojos.

Enseguida veo a la Santísima Virgen; me dice: Los pueblos están sufriendo los más graves estragos producidos por los mismos hombres.

Hija, quiero reparación por todo lo que es ofendido el Señor; en estos tiempos muchas son las ofensas que diariamente recibe.

Clame el alma a Dios, y tendrá Dios, Misericordia del alma.

Gloria a Dios Todopoderoso.

 

 13-10-89                   1731 

Gladys, hace hoy seis años que hablo contigo; seis años que a todos mis hijos, sin excepción les pido: Amor a Dios, oración, conversión.

Os pido amor a Dios, ya que como verdaderos hijos de Dios, debéis amarle.

Os pido oración, porque la oración es reparadora, consuela y anima el espíritu.

Os pido conversión, porque el alma alejada de Dios, con la conversión, vuelve a Dios.

Lucho por vosotros, almas de Dios, con Mi Corazón Ardiente de Amor.

Las Glorias sean al Salvador.

Predícalo.

 

3-1-90                    1782 

Hijos míos: Os llamo a una vida conforme a la Voluntad de Dios.

Responded a Mi voz, que crece a medida que crece también la necesidad de reparar las ofensas a Mi Hijo.

Estáis siendo invitados a orar. Sed generosos en vuestra respuesta.

Sed obedientes a la Madre que viene en vuestro auxilio.

Las Glorias sean al Señor.

Hazlo conocer.

 

11-2-90                (Nuestra Señora de Lourdes)               1804 

Hijos míos: Os invito a vivir paso a paso Mis indicaciones:

Orad, reparad, confiad.

Benditos los que buscan en la oración, un refugio para sus almas.

Benditos los que reparan las graves ofensas que le son inferidas a Mi Hijo.

Benditos los que confían en el Amor de esta Madre.

Todo aquel que confíe en Dios y en María, estará a salvo.

Gloria a Dios.

Predícalo.

Palabras de Jesús a Sor Natalia Magdolna:

Jesús contestó así a los que no creen que Él pueda enviar mensajes:

–Sacerdotes míos, que Me aman, ¿cómo pueden creer que Yo no pueda enviarles mis palabras para que las almas mejoren? Yo les dije: “Estoy con ustedes hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). ¿Puedo estar inactivo cuando estoy con ustedes? ¿Puedo estar mudo cuando sé que mis palabras pueden salvar miles de almas? ¡Puedo desenmascarar a los falsos profetas y lo haré! Si no pudiera, ¿cómo puedo ser el Dios de amor, luz y providencia? He pedido arrepentimiento hasta con los primeros hombres: Adán y Eva. He pedido arrepentimiento por medio de mi precursor, Juan el Bautista. ¿No les he puesto Yo mismo el ejemplo de reparación y vida de sacrificio? Esta es la razón por la que permanezco en los sagrarios, para llevar a las almas al amor y a la penitencia. ¿No es esto por lo que todavía vivo entre ustedes en los templos, en donde consuelo al Padre celestial tan ofendido? Entonces, si Yo mismo bajo hasta ustedes con tan noble gesto, ¿por qué se apartan de Mí?

Unos días más tarde, después de la sagrada Comunión, Jesús me dijo: “Si mis sacerdotes pudieran ver al mundo a la luz de la verdad, verían que lo he conservado solamente por las obras de reparación de los justos. Las oraciones y reparaciones de los justos mueven mi Corazón a tener misericordia con mi pueblo y a disminuir los bien merecidos castigos”. 

Dijo Jesús:

–Muchos que intentan hacer reparación, lo hacen imperfectamente. En algunos casos aún la mentira puede entrar. Hay un solo camino seguro: unir su esfuerzo de penitencia con mi Madre Inmaculada. Con Ella la reparación será perfecta. Aún si la oración y penitencia están hechas con distracciones, cansancio y otras cosas, serán corregidas por la ayuda y la fe de la Madre Inmaculada.

–Yo aceptaré las oraciones y penitencias de tu pequeño grupo de oración. Su esfuerzo de reparación Me es agradable, porque en la luz de sus imperfecciones ustedes pidieron ayuda a mi Madre Inmaculada. La oración y la reparación traen muchísimas gracias del cielo, ¡pero son tan raras! 

El Salvador una vez me dijo: “Maldecir es como una flecha ponzoñosa que hiere mi Corazón. Hija mía, Yo quiero que tú hagas reparación por las maldiciones y las blasfemias contra mi Nombre; de esta manera Yo te daré una flecha de oro”. Entonces Jesús me enseñó la siguiente oración:

Alabanza, veneración,

amor y adoración

sean dados al Santo Nombre de Dios

por todas las creaturas que viven en el cielo,

en la tierra y debajo de la tierra.

Especial adoración y alabanza

sean dadas al Divino Nombre de Jesús,

presente en todos los sagrarios,

y también a su sagrado Corazón

y al Inmaculado Corazón de María.

Oh mi Jesús,

deseo que tu amorosa sed de amor

por las almas sea siempre satisfecha,

y que todos los corazones de los hombres

Te amen y Te consuelen. Amén.

–Deseo perdonar al país de mi Madre, si encuentro suficiente número de almas reparadoras. Tengo mis planes para esta nación. Hagan penitencia y reparación, de manera que Yo no me vea forzado a aniquilar este país. Deseo perdonarlo. Quiero que el dulce aroma de reparación surja de este país y se eleve hasta mi Corazón. Esto debe empezar en Hungría y extenderse a todo el mundo. Quiero purificar el país de mi Madre, quiero bendecirlo y abrazarlo con mi Corazón.

FORMAS DE HACER REPARACIÓN:

- Acto de Amor. (Repara 1.000 blasfemias cada vez que se reza)

- Comunión reparadora de los Nueve Primeros Viernes de mes al Sagrado Corazón de Jesús.

- Comunión reparadora de los Cinco Primeros Sábados de mes al Inmaculado Corazón de María.

- Dos Grandes Novenas de Reparación.

- Rezo del Santo Rosario.

- Rezo de los Siete Dolores de María.

- Rezo del Vía Crucis.

- Rezo del Rosario de las Llagas de Jesús.

- Rezo de la Coronilla de la Divina Misericordia.

- Haciendo obras de misericordia corporales y espirituales.

- Hacer horas santas de adoración a la Eucaristía y estar a junto al Sagrario.

- Ofrecer pequeños sacrificios, pequeñas renuncias, mortificaciones, ayunos y otras oraciones.

- Aceptar y ofrecer con amor nuestros sufrimientos y enfermedades.

- Cumplir nuestros deberes de estado con espíritu de reparación.

- Hacer todos nuestros actos, hasta los más comunes e insignificantes, por amor a Dios.

Compadezcámonos del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María y démosles amor, amor y más amor, para reparar la ingratitud de los hombres.

Anote en el TABLÓN DE REPARACIÓN las reparaciones que quiere realizar usted

Nota: Se ofrece todos los días una Misa para que podamos cumplir con estas reparaciones anotadas en el Tablón.


Dijo la Santísima Virgen al Padre Gobbi, del Movimiento Sacerdotal Mariano:

Rubbio (Vicenza), 21 de agosto de 1987

Memoria litúrgica de San Pío X.
Mensaje dado de viva voz durante el Rosario

Madre de la adoración y de la reparación

“Hijos predilectos, estoy contenta de que hayáis subido aquí como niñitos que se dejan llevar en mis brazos maternos.

Haceos cada vez más pequeños, dóciles, puros, sencillos, abandonados y fieles.

¡Qué grande es la alegría que siente mi Corazón de Madre cuando os puedo conducir a todos como homenaje perfumado y precioso, para ofrecérselo a mi hijo Jesús, realmente presente en el Sacramento de la Eucaristía!

Yo soy la Madre de la adoración y de la reparación.

Junto a cada Tabernáculo de la tierra está siempre mi presencia materna.

Ésta compone un nuevo y amoroso Tabernáculo a la solitaria presencia de mi hijo Jesús; construye un jardín de amor a su perenne permanencia entre vosotros; forma una armonía celeste que le rodea de todo el encanto del Paraíso, en los coros adorantes de los Ángeles, en la oración bienaventurada de los Santos, en la sufrida aspiración de tantas almas, que se purifican en el Purgatorio.

En mi Corazón Inmaculado todos forman un concierto de perenne adoración, de incesante oración y de profundo amor a Jesús, realmente presente en cada Tabernáculo de la tierra.

Hoy mi Corazón de Madre está entristecido y profundamente herido porque veo que, en torno a la divina presencia de Jesús en la Eucaristía, hay tanto vacío, tanto abandono, tanta incuria, tanto silencio.

Iglesia peregrina y sufriente, de la que soy Madre; Iglesia, que eres la familia de todos mis hijos, arca de la nueva alianza, pueblo de Dios, debes comprender que el centro de tu vida, la fuente de tu gracia, el manantial de tu luz, el principio de tu acción apostólica se encuentra sólo aquí, en el Tabernáculo, donde se custodia realmente a Jesús.

Y Jesús está presente para enseñarte a crecer, para ayudarte a caminar, para fortalecerte en el testimonio, para darte el valor para evangelizar, para ser el sostén de todo tu sufrir.

Iglesia peregrina y paciente de estos tiempos, que estás llamada a vivir la agonía de Getsemaní, y la sangrienta hora del Calvario, hoy quiero traerte aquí Conmigo, postrada delante de cada Tabernáculo, en un acto de perpetua adoración y reparación, para que tú también puedas repetir el gesto que siempre está realizando tu Madre Celeste.

Yo soy la Madre de la adoración y de la reparación.

En la Eucaristía Jesús está realmente presente con su Cuerpo, con su Sangre, con su Alma y con su Divinidad. En la Eucaristía está realmente presente Jesucristo, el Hijo de Dios, aquel Dios a quien Yo he visto en Él en todo momento de su vida terrena, aunque estuviera escondido bajo el velo de una naturaleza frágil y débil, que se desarrollaba a través del ritmo del tiempo y de su crecimiento humano.

Con un acto continuo de fe en mi hijo Jesús siempre veía a mi Dios, y con un profundo amor lo adoraba.

Lo adoraba cuando aún estaba escondido en mi seno virginal como un pequeño capullo, y lo amaba, lo nutría, lo hacía crecer dándole mi misma carne y sangre.

Lo adoraba después de su nacimiento, contemplándole en el pesebre de una gruta pobre y destartalada.

Adoraba a mi Dios en el niño Jesús, que crecía; en el joven inclinado sobre el trabajo de cada día; en el Mesías, que cumplía su pública misión.

Lo adoraba cuando era desdeñado y rechazado, cuando era traicionado, abandonado de los Suyos y negado.

Lo adoraba cuando era condenado y vilipendiado, cuando era flagelado y coronado de espinas, cuando era conducido al patíbulo y crucificado.

Lo adoraba bajo la Cruz, en acto de inefable padecer, y mientras era conducido al sepulcro y depositado en su tumba.

Lo adoraba después de su resurrección cuando, lo primero, se me apareció en el esplendor de su cuerpo glorioso y en la luz de la Divinidad.

Hijos predilectos, por un milagro de amor que, sólo en el Paraíso lograréis comprender, Jesús os ha hecho el don de permanecer siempre entre vosotros en la Eucaristía.

En el Tabernáculo, bajo el velo del pan consagrado, se guarda al mismo Jesús, a quien Yo, la primera, vi después del milagro de su resurrección; al mismo Jesús, que en el fulgor de su Divinidad se apareció a los once Apóstoles, a muchos discípulos, a la llorosa Magdalena, a las piadosas mujeres que le habían seguido hasta el sepulcro.

En el Tabernáculo, escondido bajo el velo eucarístico, está presente el mismo Jesús resucitado, que se apareció también a más de quinientos discípulos y deslumbró al perseguidor Saulo en el camino de Damasco. Es el mismo Jesús que se sienta a la derecha del Padre en el fulgor de su cuerpo glorioso y de su divinidad, si bien, por vuestro amor se vela bajo la cándida apariencia del Pan consagrado.

Hijos predilectos, hoy debéis creer más en su presencia entre vosotros; debéis difundir, con valentía y con fuerza, vuestra sacerdotal invitación al retorno de todos a una fuerte y testimoniada fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.

Debéis orientar a toda la Iglesia a reencontrarse ante el Tabernáculo, con vuestra Madre Celeste, en acto de perenne reparación, de continua adoración y de incesante oración.

Vuestra oración Sacerdotal debe convertirse toda en oración eucarística.

Pido que se vuelvan de nuevo a hacer, por doquier, las horas santas de adoración ante Jesús expuesto en el Santísimo Sacramento.

Deseo que se aumente el homenaje de amor hacia la Eucaristía y que se haga manifiesto, incluso a través de signos sensibles, pero tan indicativos de vuestra piedad.

Rodead a Jesús Eucarístico de luces y de flores; envolvedlo en delicada atención; acercaos a Él con gestos profundos de genuflexión y de adoración.

¡Si supieseis cómo os ama Jesús Eucarístico, cómo una pequeña muestra de vuestro amor le llena de gozo y de consuelo!

Jesús perdona muchos sacrilegios y olvida una infinidad de ingratitudes, ante una gota de puro amor sacerdotal, que se deposite en el cáliz de su Corazón Eucarístico.

Sacerdotes y fieles de mi Movimiento, id con frecuencia delante del Tabernáculo; vivid delante del Tabernáculo; orad delante del Tabernáculo.

Sea vuestra oración, una perenne plegaria de adoración y de intercesión, de acción de gracias y de reparación.

Sea, la vuestra, una oración que se una al canto celestial de los Ángeles y de los Santos, a las ardientes imploraciones de las almas que aún se purifican en el Purgatorio.

Sea, la vuestra, una oración que reúna las voces de toda la humanidad, que debe postrarse delante de cada Tabernáculo de la tierra, en acto de perenne gratitud y de cotidiano agradecimiento.

Porque en la Eucaristía, Jesús está realmente presente, permanece siempre con vosotros; y esta presencia se hará cada vez más fuerte, resplandecerá sobre el mundo como un sol, y señalará el comienzo de la nueva era.

La venida del Reino glorioso de Cristo coincidirá con el mayor esplendor de la Eucaristía.

Cristo instaurará su Reino glorioso con el triunfo universal de su Reino Eucarístico, que se desarrollará con toda su potencia y tendrá la capacidad de cambiar los corazones, las almas, las personas, las familias, la sociedad, la misma estructura del mundo.

Cuando haya instaurado su Reino Eucarístico, Jesús os conducirá a gozar de esta su habitual presencia, que sentiréis de manera nueva y extraordinaria, y os llevará a experimentar un segundo, renovado y más bello Paraíso terrenal.

Pero ante el Tabernáculo, vuestra presencia, no sólo sea una presencia de oración, sino también de comunión de vida con Jesús.

Jesús está realmente presente en la Eucaristía porque quiere entrar en una continua comunión de vida con vosotros.

Cuando vais delante de Él, os ve; cuando le habláis, os escucha; cuando le confiáis algo, acoge en su Corazón cada una de vuestras palabras; cuando le pedís algo, siempre os atiende.

Id ante el Tabernáculo para establecer con Jesús una relación de vida simple y cotidiana.

Con la misma naturalidad con que buscáis a un amigo, os fiáis de las personas que os son queridas, y sentís la necesidad de los amigos que os ayudan, id así también ante el Tabernáculo en busca de Jesús.

Haced de Jesús el amigo más querido, la persona de más confianza, la más deseada y amada.

Expresad vuestro amor a Jesús; repetídselo con frecuencia porque sólo esto es lo que le contenta inmensamente, le consuela de todas las ingratitudes, le recompensa de todas las  traiciones: “Jesús, Tú eres nuestro amor; Tú eres nuestro único gran amigo; Jesús, nosotros te amamos; nosotros estamos enamorados de Ti.”

De hecho, la presencia de Cristo en la Eucaristía tiene, sobre todo, la función de haceros crecer en una experiencia de verdadera comunión de amor con Él, de modo que nunca más os sintáis solos, pues permanece aquí abajo para estar siempre con vosotros.

Luego debéis ir ante el Tabernáculo a recoger el fruto de la oración y de la comunión de vida con Jesús, que se desarrolla y madura en vuestra santidad.

Hijos predilectos, cuanto más se desarrolla toda vuestra vida al pie del Tabernáculo en íntima unión con Jesús en la Eucaristía, tanto más crecéis en la santidad.

Jesús Eucarístico se convierte en el modelo y la forma de vuestra santidad.

Él os lleva a la pureza del corazón, a la humildad elegida y deseada, a la confianza vivida, al abandono amoroso y filial.

Jesús Eucarístico se hace la nueva forma de vuestra santidad sacerdotal, a la que llegáis a través de una diaria y escondida inmolación; de una capacidad de aceptar en vosotros los sufrimientos y las cruces de todos; de una posibilidad de transformar el mal en bien, y de obrar profundamente para que las almas que os están confiadas, sean conducidas por vosotros a la salvación.

Por esto os digo: han llegado los tiempos en que os quiero a todos ante el Tabernáculo, sobre todo quiero a vosotros Sacerdotes, que sois los hijos predilectos de una Madre, que está siempre en acto de perenne adoración y de incesante reparación.

A través de vosotros, quiero que el culto eucarístico vuelva a florecer en toda la Iglesia de manera cada vez más intensa.

Debe cesar ya esta profunda crisis de piedad hacia la Eucaristía, que ha contaminado a toda la Iglesia, y que ha sido la raíz de tan gran infidelidad, y de la difusión de una tan vasta apostasía.

Con todos mis predilectos e hijos a Mí consagrados, que forman parte de mi Movimiento, os pongo delante de cada Tabernáculo de la tierra, para ofreceros en homenaje a Jesús, como las joyas más preciosas, y las más bellas y perfumadas flores.

Ahora, vuestra Madre Celeste quiere llevar a Jesús, presente en la Eucaristía, un número cada vez mayor de hijos, porque estos son los tiempos en que Jesús Eucarístico debe ser adorado, amado, agradecido y glorificado por todos.

Hijos míos amadísimos, junto a Jesús que, en cada Tabernáculo se encuentra en perpetuo estado de víctima por vosotros, os bendigo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.”

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