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Novena al Inmaculado Corazón de María La Santísima Virgen pide que hagamos Cenáculos (clic aquí) Lea todos los días un texto para vivir mejor la Consagración a María. CLIC AQUÍ Si usted ya está consagrado a la Virgen, puede formar parte del Grupo CONSAGRADOS A MARÍA. CLIC AQUÍ Dijo el Señor a la Beata María Encarnación: "Pídeme por el Corazón de mi Madre, y alcanzarás lo que deseas". En estos tiempos es urgente que nos consagremos al Inmaculado Corazón de María para ser defendidos y consolados en todo lo que pueda ocurrir en nuestra vida y en el mundo. La Virgen desde Fátima nos viene pidiendo esta consagración. Si desea consagrarse a la Virgen, puede obtener más información haciendo clic aquí. Consagrarse a María significa ponernos en sus manos, a su servicio y disposición. Y Ella nos guiará hacia Jesús. Consagrarnos a Ella significa dejarse llevar sin condiciones, sabiendo que Ella conoce mejor el camino y que podemos dormir tranquilos en sus brazos de madre. Consagrarse a María significa vivir permanentemente en su Inmaculado Corazón, dentro del Corazón divino de Jesús. Es dejar que Ella actúe por medio de nosotros. Es como prestarle nuestra lengua para que hable por nosotros y nuestro corazón para que ame a los demás por nuestro medio. En una palabra, es vivir en unión total con María para que podamos llegar a decir: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí por medio de María. Por eso, un consagrado a María debe confiar plenamente en Ella y dejarse llevar por Ella sin condiciones. Padre Ángel Peña, O.A.R.
Para profundizar en la Consagración a la Santísima Virgen, lea los siguientes maravillosos libros: - Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María - Fundamentos y Práctica de la Vida Mariana ¡Muy recomendado! Si bien estos libros tratan sobre la esclavitud mariana, leamos las siguientes palabras del Padre Gobbi en donde nos habla sobre la esclavitud mariana y la consagración al Inmaculado Corazón de María. Estas son sus palabras tomadas del Prólogo del Libro "A los Sacerdotes hijos predilectos de la Santísima Virgen": "Un Sacerdote de Irlanda ha observado que en el libro están compendiados la doctrina de Montfort sobre la consagración a María, el camino de la infancia espiritual de Santa Teresita del Niño Jesús y la actuación del mensaje de Fátima. Cada uno tiene la tarea de verificarlo por sí mismo. Yo creo, que verdaderamente, se da esta síntesis en el libro porque, para vivir la consagración a María, es necesario ofrecerse a Ella en una esclavitud de amor, la cual se realiza concretamente si vivimos como hijos confiados a su Corazón Inmaculado y con la mayor docilidad nos dejamos nutrir, vestir y conducir por Ella en todo momento."
Descargue la presentación sobre el triunfo de María - Clic aquí Mensajes dados por la Virgen al P. Gobbi del Movimiento Sacerdotal Mariano: 13 de mayo de 1976 Aniversario de la primera Aparición en Fátima Consagraos a mi Corazón Inmaculado. “Hoy, hijos míos predilectos, recordad mi venida aquí a la tierra, en la pobre Cova de Iria, en Fátima. Bajé del Cielo para pediros la Consagración a mi Corazón Inmaculado. Por medio de vosotros, Sacerdotes de mi Movimiento, cuanto os pedí entonces se está ahora realizando. Vosotros os consagráis a mi Corazón Inmaculado y conducís las almas a vosotros encomendadas a esta consagración querida por Mí misma. Desde aquel día ha pasado mucho tiempo: ya son cincuenta y nueve años. Aconteció también la segunda guerra mundial, predicha por Mí como castigo permitido por Dios para una Humanidad que no se ha arrepentido, por desgracia. Ahora estáis viviendo los momentos en que el Dragón rojo, a saber, el ateísmo marxista, se ha propagado por todo el mundo y hace estragos cada vez mayores entre las almas. Logra verdaderamente seducir y precipitar un tercio de las estrellas del cielo. Estas estrellas, en el firmamento de la Iglesia, son los Pastores: sois vosotros, pobres hijos míos Sacerdotes. ¿Acaso no os ha confirmado también el Vicario de mi Hijo que hoy son los amigos más queridos, incluso sus mismos comensales, los Sacerdotes y Religiosos, los que traicionan y se ponen contra la Iglesia? Ésta es, pues, la hora de recurrir al gran remedio, que el Padre os ofrece, para resistir a las seducciones del Maligno y para oponeros a la verdadera apostasía que cada vez se extiende más entre mis pobres hijos. ¡Consagraos a mi Corazón Inmaculado! A quien se consagra a mi Corazón Inmaculado, vuelvo a prometerle la Salvación: la salvación del error en este mundo y la salvación eterna. La obtendréis por mi especial intervención de Madre. Así impediré que podáis caer en las seducciones de Satanás. Seréis protegidos y defendidos por Mí misma; seréis consolados y robustecidos por Mí. Ésta es la hora en que todo Sacerdote, que quiera mantenerse fiel, debe atender mi llamada. Cada uno se consagre a mi Corazón Inmaculado: y por medio de vosotros, Sacerdotes, muchos hijos míos harán esta Consagración. Es como una vacuna que, a título de buena Madre, os doy para preservaros de la epidemia del ateísmo que contamina a tantos hijos míos y los conduce a la verdadera muerte del espíritu. Éstos son los tiempos predichos por Mí misma; ésta es la hora de la purificación (...).” 25 de marzo de 1984 Fiesta de la Anunciación de María Santísima Pido a todos la consagración “Contemplad el momento inefable de la Anunciación cuando el Arcángel Gabriel, enviado por Dios, recibe mi “sí” para realizar el eterno designio de Redención, y el gran misterio de la Encarnación del Verbo en mi seno virginal, y comprenderéis entonces el porqué os pido consagraros a mi Corazón Inmaculado. Sí, Yo misma he manifestado mi voluntad en Fátima, cuando me aparecí en 1917. Se la he pedido repetidas veces a mi hija Sor Lucía, que se encuentra aún sobre la Tierra para cumplir esta misión que le he confiado. En estos años la he pedido insistentemente, a través del mensaje confiado a mi Movimiento Sacerdotal. Hoy pido de nuevo a todos la consagración a mi Corazón Inmaculado. La pido, ante todo al Papa Juan Pablo II, mi primer hijo predilecto, que con ocasión de esta fiesta, la realiza de manera solemne, después de haber escrito a los Obispos del mundo para que la hagan en unión con Él. Por desgracia la invitación no ha sido acogida por todos los Obispos. Especiales circunstancias no le han permitido todavía consagrarme expresamente Rusia, como repetidamente he pedido. Como ya os he dicho, esta consagración me será hecha cuando ya estén en vías de realización sangrientos acontecimientos. Bendigo ese valeroso acto de “mi” Papa, que ha querido consagrar el mundo y todas las naciones a mi Corazón Inmaculado; lo acojo con amor y gratitud y, por él, prometo intervenir para abreviar mucho las horas de purificación y para hacer menos dura la prueba. Pero pido también esta consagración a todos los Obispos, a todos los Sacerdotes, a todos los Religiosos y a todos los fieles. Ésta es la hora en que toda la Iglesia se debe recoger en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado. ¿Por qué os pido la consagración? Cuando se consagra una cosa, se la sustrae a todo otro uso profano para destinarla sólo al uso sagrado. Así sucede con un objeto cuando se le destina al culto divino... Pero puede serlo también una persona cuando Dios la llama a rendirle un culto perfecto. Comprended, por tanto, cómo el verdadero acto de vuestra consagración fue el del Bautismo. Con este Sacramento, instituido por Jesucristo, se os comunicó la Gracia, que os injerta en un orden de vida superior al vuestro, esto es, en el orden sobrenatural. Participáis, así, de la naturaleza divina, entráis en una comunión de amor con Dios, y vuestras acciones tienen, por esto, un nuevo valor, que supera al de vuestra naturaleza porque tienen un verdadero valor divino. Después del Bautismo estáis ya ordenados a la perfecta glorificación de la Santísima Trinidad y consagrados a vivir en el amor del Padre, en la imitación del Hijo y en la plena comunión con el Espíritu Santo. El hecho que caracteriza el acto de la consagración, es su totalidad: cuando os consagráis, desde ese instante lo estáis enteramente y para siempre. Cuando os pido la consagración a mi Corazón Inmaculado, es para haceros comprender que debéis entregaros completamente a Mí, de manera total y perenne, para que pueda disponer de vosotros según el Querer de Dios. Debéis entregaros de modo completo, dándomelo todo. No debéis entregarme algo y retener todavía alguna cosa para vosotros; debéis ser verdadera y solamente del todo míos. Y luego os debéis entregar a Mí, no un día sí y otro no, o por un período de tiempo, hasta que vosotros queráis, sino para siempre. Es para subrayar este importante aspecto de completa y duradera pertenencia a Mí, vuestra Madre Celeste, el por qué Yo os pido la consagración a mi Corazón Inmaculado. ¿Cómo debéis vivir vuestra consagración? Si meditáis el inefable misterio, que hoy recuerda la Iglesia, comprenderéis cómo debe vivirse la consagración que os he pedido. El Verbo del Padre, por amor, se me ha confiado completamente. Después de mi “sí”, descendió del Cielo a mi seno virginal. Se me ha confiado en su divinidad. El Verbo eterno, la segunda Persona de la Santísima Trinidad, después de la Encarnación, se ha escondido y recogido en la pequeña morada, milagrosamente preparada por el Espíritu Santo, de mi seno virginal. Se me ha confiado en su humanidad, de manera tan profunda, como cualquier otro hijo se confía a su madre de la que todo lo espera: sangre, carne, respiración, alimento y amor para crecer cada día en su seno y luego –después del nacimiento– cada año crecer siempre junto a su madre. Por esto, así como soy Madre de la Encarnación, así también soy Madre de la Redención, que tuvo aquí su admirable comienzo. Vedme aquí, por ello, íntimamente asociada a mi Hijo Jesús; colaboro con Él en su Obra de salvación, durante su infancia, adolescencia y sus treinta años de vida oculta en Nazaret y su ministerio público; durante su dolorosa pasión hasta su Cruz, donde ofrezco y sufro con Él, y recojo sus últimas palabras de amor y de dolor, con las cuales me da como verdadera Madre a toda la humanidad. Hijos predilectos, llamados a imitar en todo a Jesús porque sois sus Ministros, imitadlo también en esta su total entrega a la Madre Celeste. Por esto os pido que os entreguéis a Mí con vuestra consagración. Podré ser así para vosotros madre atenta e interesada en haceros crecer en el designio de Dios, para realizar en vuestra vida el gran don del Sacerdocio, al que habéis sido llamados; os llevaré cada día a una cada vez mejor imitación de Jesús, que debe ser vuestro único modelo, y vuestro mayor y único amor. Seréis sus verdaderos instrumentos, fieles colaboradores de su Redención. Hoy esto es necesario para la salvación de toda la humanidad, tan enferma y alejada de Dios y de la Iglesia. El Señor la puede salvar con una extraordinaria intervención de su Amor Misericordioso, y vosotros, Sacerdotes de Cristo y mis hijos predilectos, estáis llamados a ser los instrumentos del triunfo del Amor Misericordioso de Jesús. Hoy esto se hace indispensable para mi Iglesia, que debe ser curada de las llagas de la infidelidad y de la apostasía para retornar a una renovada santidad y a su esplendor. Vuestra Madre Celeste quiere curarla a través de vosotros, mis Sacerdotes. Pronto lo haré, si me dejáis obrar en vosotros, si os confiáis, con docilidad y sencillez, a mi misericordiosa acción materna. Por esto, una vez más hoy, con dolorosa súplica, os pido a todos que os consagréis a mi Corazón Inmaculado.”
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de junio de 1986 Áncora de Salvación. "Hoy quiero expresaros mi gratitud maternal por haber acogido la invitación a consagraros a mi Corazón Inmaculado. En gran número habéis respondido de todas las partes del mundo. Seguid respondiéndome con generosidad y dejaos conducir por Mí al seguro refugio, que mi amor maternal ha preparado para vosotros. En estos tiempos, todos necesitáis correr al refugio seguro de mi Corazón Inmaculado, porque graves peligros de males os amenazan. Son ante todo males de orden espiritual, que pueden dañar la vida sobrenatural de vuestras almas. El pecado se extiende como la peor y más perniciosa de las epidemias, y lleva a todas partes la enfermedad y la muerte a muchísimas almas. Si vivías habitualmente en pecado mortal, estáis espiritualmente muertos; y si llegáis al término de vuestra existencia en ese estado, os aguarda la muerte eterna en el infierno. El infierno existe, es eterno, y hoy muchos corren el peligro de caer en él, por estar contagiados por esa enfermedad mortal. Hay males de orden físico, como enfermedades, desgracias, accidentes, sequías, terremotos, males incurables que se propagan. También en esto que sucede en el orden natural, ved una señal de aviso para vosotros. Debéis ver en todo una señal de la Justicia Divina, que no puede dejar impunes los innumerables delitos que se cometen cada día. Hay males de orden social, como la división y el odio, el hambre y la pobreza, la explotación y la esclavitud, la violencia, el terrorismo y la guerra. Para protegeros de todos estos males, os invito a guareceros en el seguro refugio de mi Corazón Inmaculado. Pero en estos tiempos, tenéis necesidad, sobre todo de ser defendidos de las terribles asechanzas de mi Adversario, que ha logrado instaurar su reino en el mundo. Es el reino que se opone a Cristo, el reino del Anticristo. En el último período de vuestro siglo su reino llegará a la cumbre de su fuerza, de su poder, de su gran seducción. Se acerca la hora en la que el hombre inicuo, que se quiere poner en el puesto de Dios, para hacerse adorar él mismo como Dios, se manifestará con todo su poder. Bajo el flagelo sangriento de esta terrible prueba, ¿cómo podréis evitar la dispersión y el abatimiento y permanecer fuertes en la fe y fieles sólo a Jesús y al Evangelio? Mi Corazón Inmaculado será vuestra defensa fortísima, el escudo de protección, que os salvará a todos de los ataques de mi Adversario. Pero hoy tenéis especial necesidad de ser consolados. ¿A quién podréis recurrir, en los dolorosos momentos que os aguardan, cuando llegue al culmen la gran apostasía y la humanidad llegue al vértice máximo de la negación de Dios y de la rebelión, de la iniquidad y de la discordia, del odio y de la destrucción, de la maldad y de la impiedad? ¡En mi Corazón Inmaculado seréis consolados! Por esto os repito hoy a cada uno de vosotros lo que dije en Fátima a mi hija Sor Lucía: -Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino seguro que te conducirá a Dios. En este día, en que la Iglesia me venera de modo particular, deseo que mi Corazón Inmaculado se muestre como el áncora de salvación para todos". Rubbio (Vicenza), 30 de julio de 1986 Arca de la Nueva Alianza “Hijos predilectos, Yo os llevo cada día por el camino hacia la perfecta imitación de mi Hijo Jesús. Sólo así podréis ser hoy una señal de alegría y de consolación para todos. Éstos son los años dolorosos de la prueba. Ésta os ha sido ya preanunciada por Mí de tantos modos y con muchas señales. Pero, ¿quién me cree?, ¿quién me escucha?, ¿quién se empeña de verdad en cambiar de vida? Dos son las espadas que atraviesan mi Corazón de Madre. Por una parte veo el gran peligro que corréis, porque el castigo está ya a la puerta; y por otra veo vuestra incapacidad para creerme y aceptar las invitaciones a la conversión, que Yo os doy, para que podáis eludirlo. Ahora me dirijo todavía a vosotros, mis predilectos e hijos a Mí consagrados, y os invito a levantaros sobre este mundo, de vuestras diarias preocupaciones, de los desordenados apegos a las criaturas y a vosotros mismos, de la mediocridad y de la tibieza, de una aridez más vasta cada día. Entrad en el refugio, que la Madre celestial os ha preparado para vuestra salvación para que podáis pasar a salvo en mi Corazón Inmaculado los días terribles de la gran tempestad, que ya ha llegado. Éste es el momento de refugiaros todos en Mí, porque Yo soy el arca de la Nueva Alianza. “En los tiempos de Noé, inmediatamente antes del diluvio, entraban en el Arca aquellos que el Señor destinaba a sobrevivir a su terrible castigo. En vuestros tiempos Yo invito a todos mis hijos a entrar en el Arca de la Nueva Alianza, que Yo he construido en mi Corazón Inmaculado, para ser ayudados por Mí a sobrellevar el peso sangriento de la gran prueba, que precede a la llegada del día del Señor”. No miréis a otra parte. Sucede como en el tiempo del diluvio y nadie piensa en lo que os espera. Todos están muy ocupados en pensar solamente en sí mismos, en los propios intereses terrenales, en el placer, en satisfacer de todos los modos sus pasiones desordenadas. ¡Incluso en la Iglesia, qué pocos son los que se preocupan de mis llamadas maternales tan dolorosas! Al menos vosotros, mis predilectos, debéis escucharme y seguirme. Entonces por medio de vosotros, Yo puedo llamar a todos a entrar lo más pronto en el Arca de la Nueva Alianza y de la salvación, que mi Corazón Inmaculado os ha preparado para estos tiempos del castigo. Aquí estaréis en paz y podréis convertiros en señales de mi paz y mi maternal consolación para todos mis pobres hijos.” (Leer más sobre la Consagración a María y a su Inmaculado Corazón) ORACIONES PARA CONSAGRARSE AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA Hay varias oraciones que podemos decir para consagrarnos al Inmaculado Corazón de María. Elijamos alguna para rezarla el día de nuestra consagración a María, que conviene que sea un día de fiesta mariana, por ejemplo, Inmaculada Concepción, Virgen Niña, Anunciación, Asunción, primer sábado de mes y muchas otras que hay en el calendario. Y luego es conveniente que la recemos todos los días para renovar nuestra consagración. Podemos elegir una de estas cuatro oraciones: MARÍA DEL ROSARIO DE SAN NICOLÁS, ARGENTINA: “¡Oh Madre! Quiero Consagrarme
a Ti. Virgen de Fátima, Madre de Misericordia, Reina del Cielo y de la Tierra, refugio de los pecadores, nosotros, adhiriéndonos al Movimiento Mariano, nos consagramos de un modo especialísimo a Tu Corazón Inmaculado. Con este acto de consagración queremos vivir Contigo y por medio de Ti, todos los compromisos asumidos con nuestra consagración bautismal; nos comprometemos a realizar en nosotros aquella conversión interior, tan requerida por el Evangelio, que nos libre de todo apego a nosotros mismos y a los fáciles compromisos con el mundo, para estar, como Tú, sólo disponibles para hacer siempre la Voluntad del Padre. Y mientras queremos confiarte, Madre dulcísima y misericordiosa, nuestra existencia y vocación cristiana, para que Tú dispongas de ellas para Tus designios de salvación en esta hora decisiva que pesa sobre el mundo, nos comprometemos a vivirla según Tus deseos, en particular por lo que se refiere a un renovado espíritu de oración y de penitencia, a la participación fervorosa en la celebración de la Eucaristía y al apostolado, al rezo diario del Santo Rosario y a un austero modo de vida, conforme al Evangelio, que sea un buen ejemplo para todos en la observancia de la Ley de Dios, en el ejercicio de las virtudes cristianas, especialmente de la pureza. Te prometemos también estar unidos al Santo Padre, a la Jerarquía y a nuestros Sacerdotes, para oponer así una barrera al proceso de contestación al Magisterio, que amenaza los fundamentos mismos de la Iglesia. Bajo Tu protección queremos también ser los apóstoles de esta hoy tan necesaria unidad de oración y de amor al Papa sobre el cual invocamos de Ti una especial protección. Finalmente, te prometemos llevar a las almas con las cuales entremos en contacto, en cuanto nos sea posible, a una renovada devoción hacia Ti. Conscientes de que el ateísmo ha hecho naufragar en la fe a un gran número de fieles, de que la desacralización ha entrado en el Templo Santo de Dios, de que el mal y el pecado se propagan cada vez más en el mundo, nos atrevemos a levantar, confiados, los ojos a Ti, Madre de Jesús y Madre nuestra misericordiosa y poderosa, y también hoy, invocar y esperar de Ti la salvación para todos tus hijos. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Y para los Sacerdotes es la siguiente oración: Virgen de Fátima. Madre de Misericordia, Reina del Cielo y de la Tierra, refugio de los pecadores. Nosotros miembros del Movimiento Sacerdotal Mariano llamados a formar el ejército de tus sacerdotes, hoy nos consagramos de un modo especialísimo a tu Corazón Inmaculado. Con este acto de consagración queremos vivir Contigo y por medio de Ti todos los compromisos asumidos con nuestra consagración bautismal y sacerdotal. Nos comprometemos también a realizar en nosotros aquella conversión interior que nos libre de todo apego humano a nosotros mismos, a hacer carrera, a las comodidades, a los fáciles compromisos con el mundo, para estar, como Tú, dispuestos a cumplir sólo la Voluntad del Señor. Y mientras queremos confiarte. Madre Dulcísima y Misericordiosa, nuestro Sacerdocio, para que Tú dispongas de él para tus designios de salvación en esta hora decisiva que pesa sobre el mundo, nos comprometemos a vivirlos según tus deseos; en particular, en cuanto se refiere a un renovado espíritu de oración y de penitencia, a la celebración fervorosa de la Sagrada Eucaristía y de la Liturgia de las Horas, al rezo diario del Santo Rosario, al ofrecimiento a Ti de la Santa Misa el primer sábado de cada mes, y a un religioso y austero modo de vida, que sirva a todos de buen ejemplo. Te prometemos, también la máxima fidelidad al Evangelio, del cual seremos siempre anunciadores íntegros y valientes, si fuese necesario hasta el derramamiento de nuestra sangre y fidelidad a la Iglesia, para cuyo servicio hemos sido consagrados. Sobre todo queremos estar unidos al Santo Padre y a la Jerarquía con la firme adhesión a todas sus directrices, para oponer así una barrera al proceso de oposición al Magisterio que amenaza los fundamentos mismos de la Iglesia. Bajo tu maternal protección queremos ser también los apóstoles de esta, hoy tan necesaria, unidad de oración y de amor al Papa, para quien te suplicamos una especial protección. Finalmente, te prometemos conducir a los fieles encomendados a nuestro ministerio, a una renovada devoción hacia Ti. Conscientes de que el ateísmo ha hecho naufragar en la fe a un gran número de fieles, que la desacralización ha entrado en el templo santo de Dios, sin exceptuar siquiera a muchos hermanos nuestros sacerdotes, que el mal y el pecado invaden cada vez más el mundo, nos atrevemos a levantar, confiados, los ojos a Ti, Madre de Jesús y Madre nuestra misericordiosa y poderosa, e invocar también hoy y esperar de Ti la salvación para todos tus hijos. ¡Oh. clemente. oh piadosa, oh dulce Virgen María!. SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT CONSAGRACIÓN de sí mismo a Jesucristo, la Sabiduría Encarnada, por las manos de María
¡Sabiduría eterna y encarnada! ¡Amabilísimo y adorable Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, Hijo único del Eterno Padre y de María siempre Virgen!
Te adoro profundamente en el seno y en los esplendores de tu Padre, durante la eternidad, y en el seno virginal de María, tu dignísima Madre, en el tiempo de tu encarnación.
Te doy gracias de que te has anonadado, tomando la forma de un esclavo, para sacarme de la cruel esclavitud del demonio.
Te alabo y te glorifico porque has tenido la bondad de someterte en todo a María, tu Santa Madre, con el fin de hacerme, por medio de Ella, un fiel esclavo.
Pero, desgraciadamente, ¡ingrato e infiel como soy!, no he observado los votos y las promesas que con tanta solemnidad te he hecho en mi Bautismo: no he cumplido con mis obligaciones.
No merezco llamarme hijo tuyo, ni tu esclavo; y, como no hay nadie en mí que no merezca tus rechazos y tu cólera, ya no me atrevo a acercarme por mí mismo a tu santa y augusta Majestad.
Por eso he recurrido a la intercesión y a la misericordia de tu Santísima Madre, que me has dado como Medianera para contigo; y es por medio de Ella que espero obtener de Ti la contrición y el perdón de mis pecados, la adquisición y la conservación de la Sabiduría.
Te saludo, pues, ¡María Inmaculada!, vivo tabernáculo de la divinidad, escondida en el cual, la eterna Sabiduría, quiere ser adorada por los Ángeles y por los hombres.
Te saludo, ¡Reina del Cielo y de la tierra!, a cuyo imperio todo está sometido, todo lo que está por debajo de Dios.
Te saludo, ¡seguro Refugio de los pecadores!, cuya misericordia no faltó a nadie. Escucha los deseos que tengo de la divina Sabiduría, y recibe para eso los votos y los dones que mi bajeza te presenta.
Yo... infiel pecador, renuevo y ratifico hoy en tus manos los votos de mi Bautismo: renuncio para siempre a Satanás, a sus seducciones y a sus obras, y me doy enteramente a Jesucristo, la Sabiduría encarnada, para llevar mi cruz tras Él todos los días de mi vida, y para que yo le sea más fiel de como lo he sido hasta ahora.
Te escojo hoy, en presencia de toda la Corte celestial, como Madre y Señora mía.
Te entrego y consagro, en calidad de esclavo, mi cuerpo y mi alma, mis bienes interiores y exteriores, y el valor mismo de mis buenas acciones pasadas, presentes y futuras, dejándote un entero y pleno derecho de disponer de mí y de todo lo que me pertenece, sin excepción, según tu agrado, a la mayor gloria de Dios en el tiempo y en la eternidad.
Recibe, ¡Virgen bondadosa!, esta pequeña ofrenda de mi esclavitud, en honor y en unión con la sumisión que la eterna Sabiduría gustosamente quiso observar para con tu maternidad; en homenaje al dominio que ustedes, los dos, tienen sobre este pequeño gusano y miserable pecador; y en acción de gracias por los privilegios con los que la Santísima Trinidad te ha favorecido.
Proclamo que desde ahora quiero, como verdadero esclavo tuyo, procurar tu honor y obedecerte en todo.
¡Madre admirable!, preséntame a tu querido Hijo, en calidad de eterno esclavo, para que Él, que por Ti me rescató, por Ti me reciba.
¡Madre de misericordia!, hazme la gracia de obtener la verdadera sabiduría de Dios y de colocarme, para eso, en el número de las personas a las que amas, instruyes, guías, alimentas y proteges como a hijos y esclavos tuyos.
¡Virgen fiel!, vuélveme en todo un perfecto discípulo, imitador y esclavo de la Sabiduría encarnada, Jesucristo, Hijo tuyo, tanto que por tu intercesión y con tu ejemplo yo llegue a la plenitud de su edad en la tierra y de su gloria en los Cielos. Amén.
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Firma de un testigo .......................................
DIJO LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA EN FÁTIMA: –Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, que recéis el rosario todos los días y que aprendáis a leer. Después diré lo que quiero además. Le pedí la curación de una enferma. Nuestra Señora respondió: –Si se convierte se curará durante el año. –Quisiera pedirle que nos llevase al cielo. –Sí, a Jacinta y a Francisco los llevaré en breve, pero tú te quedas aquí algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. Quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien le abrazare prometo la salvación y serán queridas sus almas por Dios como flores puestas por mí a adornar su Trono. –¿Me quedo aquí solita? –pregunté con pena. –No, hija. ¿Y tú sufres mucho por eso? ¡No te desanimes! Nunca te dejaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios. En este momento abrió las manos y nos comunicó por segunda vez el reflejo de la luz inmensa que la envolvía. En esta luz nos veíamos como sumergidos en Dios. Jacinta y Francisco parecían estar en la parte de la luz que se eleva hacia el cielo y yo en la que se esparcía sobre la tierra. Delante de la palma de la mano derecha de Nuestra Señora estaba un corazón rodeado de espinas que parecían clavarse en él. Entendimos que era el Corazón Inmaculado de María, ultrajado por los pecados de la humanidad, que quería reparación. DIJO TAMBIÉN MARÍA: –Sacrificaos por los pecadores y decid muchas veces, y especialmente cuando hagáis un sacrificio: “¡Oh, Jesús, es por tu amor, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María!”. Al decir estas últimas palabras abrió de nuevo las manos como los meses anteriores. El reflejo parecía penetrar en la tierra y vimos como un mar de fuego y sumergidos en este fuego los demonios y las almas como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, de forma humana, que fluctuaban en el incendio llevadas por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todo los lados, semejante a la caída de pavesas en grandes incendios, pero sin peso ni equilibrio, entre gritos y lamentos de dolor y desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor. (Debía ser a la vista de eso que di un “ay” que dicen haber oído.) Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros tizones en brasa. Asustados y como pidiendo socorro levantamos la vista a Nuestra Señora, que nos dijo con bondad y tristeza: –Habéis visto el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que yo os digo se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra terminará pero si no dejan de ofender a Dios en el reinado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando viereis una noche alumbrada por una luz desconocida sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes por medio de la guerra, del hambre, de la persecución de la Iglesia y del Santo Padre. Para impedir eso vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados. Si atendieran mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones de la Iglesia: los buenos serán martirizados; el Santo Padre tendrá que sufrir mucho; varias naciones serán aniquiladas. Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En Portugal el dogma de la fe se conservará siempre, etc. (Aquí comienza la tercer parte del secreto, escrita por Lucía entre el 22 de diciembre de 1943 y el 9 de enero de 1944.) Esto no lo digáis a nadie. A Francisco sí podéis decírselo. –Cuando recéis el rosario, decid después de cada misterio: “Jesús mío, perdónanos, líbranos del fuego del infierno, lleva todas las almas al cielo, especialmente las más necesitadas.” NOS DIJO MARÍA EN SAN NICOLÁS: 23/11/1987 - Mensaje Nº 1305 Hijos míos: Dad vuestra prueba de que amáis a esta Madre, consagrándoos a Su Corazón. En la Consagración, el hijo se entrega a la Madre y Ella a su vez, será su Refugio y su Consuelo, porque es el Arca, donde los hijos depositan el corazón. Responded a Mi llamado, responded a Mi pedido, veréis que tiernamente seréis conducidos por Mí. Amén, amén. 13/10/1988 – Mensaje Nº 1534
Hoy hace cinco años que la Santísima Virgen, me habla. El Mensaje siguiente enuncia lo que podríamos llamar la gran promesa de María a los que se consagran a su Inmaculado Corazón:
- Esto digo a mis
hijos de todo el universo: Volcaos a Mi Corazón y desde allí viviréis con toda
docilidad al Señor. - María promete
liberar al Consagrado del demonio y le garantiza la vida eterna: (Mensaje 1242): Hija mía, como Auxilio de los Cristianos, quiero rescatar a mis hijos, pidiéndoles la conversión y luego la Consagración a Mi Corazón de Madre. Yo les digo: Responderé a vuestra consagración con Mi Protección, es decir, os defenderé de toda adversión. Haceos pequeños e interiormente humildes y entraréis en Mi Corazón. Gloria a Dios. 6-2-87 1092 Hija: En este tiempo el Arca soy Yo, para todos tus hermanos. Soy el Arca de la paz, el Arca de la Salvación, el Arca por donde mis hijos deberán entrar, si desean vivir en el Reino de Dios. No hay obstáculo para esta Madre y no lo habrá para los hijos. Amén, amén. Sea meditado este Mensaje.
Y JESÚS DIJO TAMBIÉN EN SAN NICOLÁS: 19/11/1987 - Mensaje Nº 1302 Veo a Jesús. Me dice: Hoy advierto al mundo, lo que el mundo no parece advertir: Las almas peligran, muchas se perderán, la salvación llegará a pocas, si no soy aceptado como el Salvador. Debe Mi Madre, ser recibida, debe Mi Madre, ser escuchada, en la totalidad de sus mensajes; debe el hombre descubrir la riqueza que Ella trae a los cristianos. Los hijos del pecado crecerán en él, si la incredulidad se acrecienta en ellos. Quiero una renovación de espíritu, un desprendimiento de la muerte y un apego a la Vida. El Corazón de Mi Madre, es el escogido para que se haga realidad lo que Yo pido. Las almas se encontrarán Conmigo, por medio de Su Corazón Inmaculado. Y la Reina de la Paz nos dice: Jueves 25 de MAYO de1995. Ayudar con la oración a que se acerquen más corazones al Corazón Inmaculado de María. "Queridos hijos, Yo os invito, hijitos, a que me ayudéis, por medio de vuestras oraciones, a fin de que tantos corazones como sea posible se acerquen a mi Corazón Inmaculado. Satanás es fuerte y con todas sus fuerzas quiere acercar, a tanta gente como le sea posible, a Él y al pecado. Por eso es por lo que merodea para atrapar más a cada momento. Os ruego, hijitos, que oréis y me ayudéis a ayudaros. Yo soy vuestra Madre, y os amo y por eso deseo ayudaros. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!" NOVENA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, SEGÚN LAS REVELACIONES DE FÁTIMA Puede rezarse esta novena en cualquier época del año. Leemos en la vida del santo Cura de Ars: Su gran práctica era recomendar a los fieles y peregrinos de Ars una novena al Corazón de María. Por este medio se obtenían innumerables gracias y favores. ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS.
¡Oh María, digna Madre de Dios y tierna Madre nuestra, que apareciendo en Fátima, nos habéis mostrado nuevamente en vuestro Corazón un asilo y refugio segurísimo, y en vuestro rosario un arma victoriosa contra el enemigo de nuestras almas, dándonos también rica promesa de paz y vida eterna! Con el corazón contrito y humillado por mis culpas, pero lleno de confianza en vuestras bondades, vengo a ofreceros esta novena de alabanzas y peticiones. Recordando, Señora benignísima, las palabras de Jesús en la cruz, "Ahí tienes a tu Madre", os digo con todo afecto: ¡Madre, aquí tenéis a vuestro hijo! Recibid mi corazón, y ya que es palabra vuestra "Quien me hallare, hallará la vida", dadme que amándoos con amor filial, halle y goce aquí la vida de la gracia y después la vida de la gloria. Amén. Día 1º Reinado del Corazón de María Dijo la Virgen a los pastorcitos de Fátima: "Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón". En verdad, ¿puede haber cosa más justa y digna? Oigamos al P. Claret: "¿Habrá quien pregunte por qué veneramos al Corazón de María? ¿Se han meditado bien la excelencia de este Corazón y las perfecciones sobrehumanas y más que angélicas que lo adornan? ¡Oh, con qué alegría contempla el Señor al Corazón de María, al que ninguna mancha desfigura ni afea germen alguno de pasión mala, en el que no existe sobra de defecto que pueda hacerle indigno y cuyas afecciones son todas celestes! O por hablar con más propiedad, ¡con qué satisfacción no se contempla a Sí mismo en aquel espejo fiel en donde se hallan retratados todos los rasgos de su semejanza, borrados en el resto de los hombres!". Y afirma San Bernardino de Siena que "para ensalzar los sentimientos del Corazón Virginal de María no bastan las lenguas de todos los hombres, ni aún las de los ángeles". ¡Tan digno y santo es! ¡Oh alma devota! Dios lo quiere: Dios ha honrado sobremanera al Corazón de María: honra tú también, ama y obsequia cuanto puedas al Corazón amantísimo de tu dulce Madre. Después de la meditación propia del día pídanse las gracias. Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Corazón de María. ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS ¡Oh Corazón de María, el más amable y compasivo de los corazones después del de Jesús, Trono de las misericordias divinas en favor de los miserables pecadores! Yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos en quien el Señor ha puesto el tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser por Vos socorrido. Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y os diré en todos mis apuros y peligros: ¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía! Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de la tribulación llague mi alma, ¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía! Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi eterna perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme perder el tesoro de la divina gracia, ¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía! En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso del que depende mi eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques de mis enemigos, ¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía! Y cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y ampararla, y entonces, ahora y siempre, ¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía! Estas gracias espero alcanzar de Vos, ¡oh Corazón amantísimo de mi Madre!, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en vuestra compañía por toda la eternidad en el cielo. Amén. Día 2º Desagravio al Corazón de María La Virgen pidió en Fátima a los tres niños ofrecieran sacrificios en reparación de las ofensas que se infieren a su Inmaculado Corazón. Pidió en particular la comunión reparadora de los primeros sábados. Lo que sostiene a este mundo pecador es el espíritu de reparación, que llega a su valor más alto en la misa, donde Jesús encabeza las reparaciones y desagravios de la Iglesia toda a su Eterno Padre. Se ofende a Dios, y se ofende mucho también a su amadísima Madre, cuyo Corazón gime atravesado con la simbólica espada. "Ese vaso de santidad -exclama San Buenaventura- ¿cómo se ha trocado en mar de penalidades?" La Virgen Madre puede responder: "Hijos he criado y exaltado, mas ellos me despreciaron". ¡Penitencia! nos dice María en Fátima como en Lourdes. Sí: Fátima es un pregón de penitencia para esta época en que se niega la gravedad del pecado, se glorifica el sensualismo y se concretan las aspiraciones a gozar de esta vida. No volver a pecar: esto es lo primero en el verdadero penitente. Y luego, mortificarse y sufrir algo por Dios. Oigamos, pues, el clamor de María: ofrezcamos oraciones, buenas obras y sacrificios en desagravio a su afligido Corazón. Día 3º El Corazón de María, iris de paz El mundo desconoce a Dios; es un impío; y está escrito: "No hay paz para los impíos". Habrá en él mucha inteligencia, mucho brazo, mucha máquina; pero falta corazón. Y por eso falta amor, concordia, paz. En Fátima aparece y brilla como nunca un Corazón, un Corazón de Madre, capaz de unir los corazones todos y llevarlos a Dios. "En ese Corazón -dice Ricardo de San Lorenzo- la justicia y la paz se besaron", porque como explica San Bernardo, "maría recibió del mismo Corazón del Eterno Padre en su propio Corazón, al Verbo", que es nuestra paz y reconciliación. ¿Acaso no es oficio propio de la madre aplacar al Padre con los hijos y pacificar a éstos entre sí? Sala de esos armisticios es el corazón de toda madre. El de María es arca noética de donde sale siempre la paloma mensajera de paz, cuyos ramitos de olivo caen y germinan en las tierras ensangrentadas por el odio. "Abre, pues, oh María -le suplica San Bernardo- la puerta del Corazón a los llorosos hijos de Adán". Ante ese "áureo altar de paz" vengan todos a depositar su ofrenda, reconciliados ya con sus hermanos. Roguemos a la Reina de la paz la dé a los pueblos y familias; pero más, mucho más a los pecadores que están alejados de Dios y tiranizados por el demonio. Día 4º El Corazón de María y los pecadores No una, sino varias veces exhortó la Virgen a los niños de Fátima a orar y sufrir por la conversión de los pecadores, y pidió expresamente el culto a su Corazón como medio de conversiones. Dicen muchos: "Pequé, y ¿qué de malo me ha sucedido?". No hablarían así, a poca fe y reflexión que tuvieran. Verían que el pecado mortal mata al alma, roba la paz y todos los méritos, enemista con Dios y esclaviza bajo el poder de satanás. El que muere en pecado mortal se condena para siempre. ¡Qué espantosa desgracia! Una avemaría diaria rezan los archicofrades del Corazón de María por los pecadores. Y María les inspira arrepentimiento, confesión, enmienda, y así les torna la vida, antes insoportable, dulce y feliz. "¡Cuánto no debemos al tesoro de consuelos que encierra el Corazón Inmaculado de María!" exclamaba el P. Faber, convertido por ese Corazón de Madre. "¡Oh María! -le decía San Alfonso María de Ligorio- si vuestro Corazón llega a tener compasión de mí, no podrá dejar de protegerme". El Papa en nombre de toda la humanidad pecadora, ora de este modo: "Estamos seguros de obtener misericordia y de recibir gracias, no por nuestros méritos, de los que no presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de vuestro materno Corazón". Acude tú también a este Trono de misericordia; y pídele la conversión de los pecadores empedernidos. Día 5º La Gran Promesa del Corazón de María Esta promesa será sin duda lo que más perpetúe el nombre de Fátima a través de los siglos y traiga más frutos de salvación. "Prometo -dijo la Virgen- asistir en la hora de muerte con las gracias necesarias para la salvación a los que en cinco primeros sábados de mes seguidos comulguen y recen el rosario meditado". Ante este alarde de misericordia del Corazón de María, el mundo se ha conmovido. El mismo soberano Pontífice pone al principio de la misa del Corazón de María aquella invitación: "Vayamos con confianza a ese Trono de gracia". Y cada uno de los fieles ganoso de asegurar lo que más importa, el porvenir eterno, tiene cuenta con sus cinco primeros sábados, evita el interrumpirlos, se alegra de coronarlos y se complace en repetirlos. Es interesante el dato evangélico: Jesús otorgaba sus favores y prodigios preferentemente en sábado. E interrogaba a sus detractores: ¿Es lícito curar en sábado? Su Madre divina parece responder: los sábados son los días de mi predilección a favor de mis devotos en la tierra y en el purgatorio. ¡Oh alma! reza el rosario y comulga en dichos días, con gratitud, con fervor, en espíritu de reparación, y no lo dudes: albergada en ese Corazón, que es, según San Buenaventura, "deliciosísimo paraíso de Dios", pasarás al paraíso eterno. Día 6º El Corazón de María y el Rosario Como en Lourdes, María pide en Fátima el rezo del rosario, y pide lo recemos diariamente, por la paz y por los pecadores, es decir: "por la paz de las armas y por la paz de las almas", según frase del Papa. ¿Necesitaremos más invitaciones para darnos a esta dulcísima y salvadora devoción? Dulcísima, pues como dice San Anselmo de Luca, "debería rebosar célica dulzura nuestra boca al saludar a tan benigna Señora y bendecir el fruto de su vientre, Jesús". Salvadora, pues dice Montfort: "No sé el cómo ni el porqué, pero es una verdad, que para conocer si una persona es de Dios, basta examinar si gusta de rezar el avemaría y el rosario". Dijo la Virgen al P. Claret: "Quiero que seas el Domingo de Guzmán de estos tiempos". Y él propagó el rosario con celo indecible, transformando los hogares. Al B. P. Hoyos le declaró la misma Señora: "Hasta ahora ninguno se ha condenado, ni se condenará en adelante que haya sido verdadero devoto de mi rosario". "¡Reina del Smo. Rosario!": así empieza el Papa la Consagración al Corazón de María, para indicarnos su aprecio al rosario. Alma fiel: el rosario sea para ti un tesoro: rézalo en familia o en particular todos los días de tu vida. Día 7º El Corazón de María y la meditación La Virgen de Fátima prometió el cielo a los que n cinco primeros sábados comulguen y recen el rosario meditando sus misterios. En la historia del cristianismo, que cuenta 20 siglos, es la primera vez que la Virgen invita al mundo a la práctica de la meditación u oración mental. Sabe muy bien que la irreflexión es la característica de nuestra época, llena de desolación, porque no hay quien medite de corazón. ¿Y quién podrá invitarnos mejor a la meditación que María, que en su Corazón -testigo el Evangelio- guardaba, meditaba y analizaba todas las palabras y acciones de Jesús niño, de Jesús adolescente, de Jesús hombre, y así se santificaba de día en día? Para Ella sí que las palabras de Jesús eran palabras de vida eterna; y pues el hombre vive de toda palabra que procede de la boca de Dios, de ellas se alimentaba la Virgen como de una verdadera Eucaristía. Si San Juan Eudes llama al Corazón de María "Libro de la Vida", es porque en las páginas delicadas de su Corazón la Virgen imprimía y releía todo lo que decía y hacía Jesús durante aquellos 30 años, para ser después el archivo divino de la Iglesia naciente. "Ea, pues, -dice San Juan Crisóstomo- lo que María meditaba en su Corazón, meditémoslo en el nuestro". En los misterios del rosario está la vida de Jesús y de María: quien los medite bien, no pecará jamás. Día 8º El Corazón de María y el Papa En sus apariciones de Fátima la Virgen menciona varias veces con amor al Santo Padre y pide se ore mucho por él. El Papa es, entre todos los mortales, el primer hijo del Corazón de María, por ser el "Jesús visible", o como decía Santa Catalina de Siena, "el dulce Cristo en la tierra". El Papa es nuestro Padre. ¡Oh si le tuviéramos aquel amor filial que le profesaba San Juan Bosco, quien por ser fiel a su consigna "con el Papa hasta la muerte", tanto sufrió de los enemigos de la Iglesia, y el P. Claret, que en pleno Concilio Vaticano manifestó que ansiaba derramar toda su sangre en defensa de la infalibilidad pontificia! Es nuestro Padre amantísimo: hemos de profesarle amor, respeto y obediencia; no consentir jamás se le ataque y persiga; rogar para que el Corazón de María lo ilumine y guarde de todo peligro, lo haga feliz en la tierra y lo corone de gloria en el cielo. Día 9º Consagración al Corazón de María El Papa Pío XII, en el 25 aniversario de las apariciones de Fátima, consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María, secundando de lleno la petición de la aparecida Señora. Y a tono con él, innumerables Prelados le han consagrado sus diócesis, provincias y naciones. Apareció el foco de la benignidad de la Salvadora del mundo y éste lo ha saludado con transportes de júbilo. De ese foco de amor maternal no habrá ya quien se esconda. "Os tengo en mi Corazón", puede decirnos María, mejor que San Pablo a los filipenses. En esa arca de salvación nos ha refugiado a todos el Papa, por salvarnos del diluvio de males y vicios. ¿Cuándo? Cuando dijo solemnemente: "A vuestro Corazón Inmaculado nos confiamos y nos consagramos, no sólo en unión con la Santa Iglesia... sino también con todo el mundo". Ahora nos toca a nosotros, a cada uno de nosotros repetir la consagración y vivir de acuerdo con ella llevando una conducta digna de hijos del Corazón de María, una vida de pureza, de oración, de mansedumbre, de caridad, de paciencia, de mortificación, virtudes que nos harán semejantes a nuestra Madre y fieles discípulos de Jesús, nuestro adorable Redentor, y nos otorgarán derecho a la eterna bienaventuranza.
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