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Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén. Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén. Creo en Dios
Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Credo Niceno-Constantinopolitano Creo en un solo
Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y
lo invisible. Dios te salve,
Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve. Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido. Pésame por el infierno que merecí y por el cielo que perdí. Pero mucho más me pesa, porque pecando ofendí a un Dios tan bueno y tan grande como Vos. Antes querría haber muerto que haberos ofendido, y propongo firmemente no pecar más y evitar todas las ocasiones próximas de pecado. Amén.
Esta oración, que en su forma actual ya se conocía en el s. XVI, nos recuerda
el gran misterio de la Encarnación, por el cual María fue elevada a la excelsa
dignidad de Madre de Dios. V. El Ángel del
Señor Anunció a María. Oremos: Esta antífona, que data del s. X, se reza durante el tiempo pascual en vez del Ángelus (siempre de pie) V. Reina del
Cielo, alégrate, aleluya. Oremos: Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor. V. Envía, Señor,
tu Espíritu y serán creados. Oremos. Dios, que has iluminado los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, danos el gustar todo lo recto según el mismo Espíritu y gozar siempre de su consuelo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya que la soberana piedad me ha encomendado a ti, ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname. Amén. San Miguel
Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y
acechanzas del demonio. (Lc. 1, 46-55) Mi alma canta la
grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,
porque él miró con bondad la pequeñez de su servidora. Bendita sea tu
pureza, Señor, ten piedad de nosotros. Dios Padre Celestial, ten
piedad de nosotros. Santa María, ruega por
nosotros. Cordero de Dios que quitas los
pecados del mundo, Cordero de Dios que quitas los
pecados del mundo, Cordero de Dios que quitas los
pecados del mundo, V. Ruega por nosotros, Santa
Madre de Dios. Oremos: Concédenos, Señor y Dios nuestro, que podamos gozar de la salud del alma y del cuerpo, y por la intercesión de la Santísima Virgen María, líbranos de las tristezas de este mundo y danos la eterna alegría. Por Cristo nuestro Señor. Amén. + Por la señal de la Santa Cruz, + de nuestros enemigos + líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén. Señor y Dios mío, en quien creo, en quien espero, a quien adoro y amo con todo mi corazón; te doy gracias por haberme creado, redimido, hecho cristiano y por haberme conservado la vida en esta noche. Te ofrezco todos mis pensamientos, palabras, obras y trabajos del presente día, a mayor honra y gloria tuya, en penitencia por mis pecados y en sufragio de las almas del purgatorio. Dame, Señor, tu gracia para que pueda servirte fielmente en este día, y me vea libre de todo pecado y de todo mal. Amén. Padre nuestro... Dios te salve, María... Consagración al Sagrado Corazón Oh Jesús mío, por medio del Corazón Inmaculado de María Santísima, te ofrezco las oraciones, obras y trabajos del presente día, para reparar las ofensas que se te hacen y por las demás intenciones de tu Sagrado Corazón. Oración a la Santísima Virgen Oh Señora mía, oh Madre mía, yo me ofrezco del todo a ti, y en prueba de mi filial afecto, te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, todo mi ser. Ya que soy del todo tuyo, oh Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén. A San José Señor, que con inefable providencia te has dignado escoger a San José para esposo de tu santísima Madre, haz que así como le veneramos cual protector en la tierra, así sea él nuestro intercesor en el cielo. Amén. Al Ángel de la Guarda Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya que la soberana piedad me ha encomendado a ti, ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname en este día. Amén. Señor y Dios mío, en quien creo, en quien espero, a quien amo más que a todas las cosas, te doy gracias por haberme creado, redimido, hecho cristiano y conservado en este día. Dame luz y gracia para conocer mis pecados y arrepentirme de ellos. Te adoro, Dios mío, postrado con profunda humildad ante tu presencia soberana. Creo en ti, porque eres Verdad infalible. Espero en ti, porque eres Bondad infinita, fiel a tus promesas. Te amo con todo mi corazón, porque eres sumamente amable, y amo a mi prójimo como a mí mismo por amor a ti. Examen de conciencia Es indispensable, para la vida normal del cristiano, no descuidar, ni una noche, el examen de conciencia o revisión del día. Se puede hacer según el siguiente orden: A. Dar gracias a Dios por los beneficios recibidos. B. Pedir gracia para conocer los pecados y detestarlos. C. Examinar brevemente las faltas cometidas durante el día, particularmente el defecto dominante. D. Pedir perdón a Dios por dichas faltas. E. Proponer enmienda con su gracia. Oración de San Bernardo Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se oyó decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animados con esta confianza, a Vos también acudimos, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de nuestros pecados, nos atrevemos a comparecer ante vuestra presencia soberana. Oh Madre de Dios, no despreciéis nuestras súplicas, antes bien escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén. Al Ángel de la Guarda Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya que la soberana piedad me ha encomendado a ti, ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname en esta noche. Amén. A San José Glorioso San José, padre adoptivo de Jesús y esposo de la bienaventurada Virgen María, te elijo, desde ahora y para siempre, por mi particular patrono, por dueño y director de mi alma y de mi cuerpo, de mis pensamientos, palabras y obras, de mi vida y de mi muerte. Te suplico me recibas por servidor tuyo perpetuo, me asistas en todas mis acciones, y me obtengas la inestimable gracia de vivir y morir como tú, en el amor de Jesús y de María. Amén. Himno de Completas Disipa la densa noche, oh Cristo, día y fulgor, Tú que eres Luz de Luz, de los justos resplandor.
Custódiame esta noche con tu amor y con tu paz, en ti hallemos el descanso, dulces horas de solaz.
Si el sueño cierra los ojos, te contemple el corazón; proteja tu suave mano a cuantos te aman, Señor.
Rechaza a nuestros rivales, guárdanos, oh Defensor, gobierna a todos los hombres que tu Sangre redimió.
A ti, Cristo, Rey clemente, y a ti, Padre Creador, con el Espíritu Santo se tribute siempre honor. Amén. Oración conclusiva Visita, Señor, esta habitación, y aleja de ella las insidias del enemigo; que tus santos ángeles habiten en ella y nos guarden en paz y que tu bendición esté siempre con nosotros. Por Cristo nuestro Señor. Amén. El Señor todo poderoso nos conceda una noche serena y una muerte santa. Amén. Acordaos (Memorare) Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén. Leer el libro "El gran medio de la oración" de San Alfonso María de Ligorio
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