Dios primero.
Hay que amar a todos, especialmente a nuestros seres queridos, a nuestros familiares más cercanos, porque la caridad bien entendida empieza por casa. Pero también es cierto que a Dios le debemos amar sobre todas las cosas y sobre todas las personas, porque Dios debe ser el primero en nuestro corazón.
Tengamos cuidado porque muchas veces, por los afectos humanos, los afectos terrenos, amamos más a los nuestros que a Dios, y ahí ya estamos equivocando el camino.
Las criaturas deben ayudarnos a llegar al Creador y no quedarnos en ellas, olvidando al Señor.
Y esto lo demostramos cuando alguien querido nos pide algo que es pecado, y que muchas veces consentimos con tal de tener su afecto, y así traicionamos a Dios, y esto no está bien.
A Dios hay que amarlo en primer lugar y por sobre todo y todos, porque en la eternidad veremos lo maravilloso que es Dios, y su visión y nuestra unión con Él, será la delicia sin fin del Cielo.
Si pensáramos que ni siquiera nos podrá causar tristeza el que algunos de nuestros seres queridos se hayan condenado, porque la posesión de Dios es tan feliz, que hace olvidar de cualquier otra cosa.
Vale la pena amar a Dios como manda el primer mandamiento, es decir, con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas, porque Él es quien nos creó y quien debe estar en el centro de nuestra vida, que debe girar en torno a Él, como la Tierra gira en derredor del Sol.
Pensemos detenidamente si estamos amando a Dios como merece, o en su lugar hemos puesto a alguien: un ser querido, o lo que es peor, hemos puesto en lugar de Dios alguna cosa, como puede ser el dinero, el placer, etc.
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"El que no vive como piensa, termina pensando como vive"
Jesús dijo a sus discípulos: No son los que me dicen: “Señor, Señor”, los que entrarán en el reino de los cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero ésta no se derrumbó, porque estaba construida sobre roca. Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: ésta se derrumbó, y su ruina fue grande. (Mt 7, 21. 24-27)
Se acercó un hombre a Jesús y le preguntó: “Maestro, ¿qué obras buenas debo hacer para conseguir la Vida eterna?”. Jesús le dijo: “¿Cómo me preguntas acerca de lo que es bueno? Uno solo es el Bueno. Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos”. “¿Cuáles?”, preguntó el hombre. Jesús le respondió: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo”. (Mt 19, 16-19)
Esta sección es creada el 26 de enero de 2010, memoria de los Santos Timoteo y Tito, a quienes se la encomendamos. En ella iremos viendo todo lo que necesitamos saber para un vivir católico, es decir, para vivir en gracia de Dios hasta la muerte y salvarnos e ir al Cielo y evitar el Infierno.