Ser santos
Nos conviene ser santos.
Nos conviene ser santos, porque cuanto más santos seamos en la tierra, tanto más cerca de Dios estaremos en el Cielo, y mejor conocimiento tendremos de la Santísima Trinidad, y esto por toda la eternidad.
Todo cuanto hagamos para ser más santos, redunda en felicidad para nosotros mismos, porque nos estamos preparando un lugar en el Cielo mucho más hermoso, ¡y para toda la eternidad y que nadie ni nada nos podrá ya quitar! Por eso vale la pena todo lo que hagamos o suframos aquí en la tierra mientras ello nos sirva para santificarnos. Y por otro lado todo lo que nos retrase o detenga en la santificación de nuestras almas, es una derrota, un alejarnos de Dios en el tiempo y en la eternidad.
Hay que ser santamente ambiciosos, porque Dios es ambicioso y nos ha creado para algo grande, realmente grande. Porque ser santos es algo grande, y Dios nos quiere a todos santos.
Muchos hombres y mujeres se ocupan y preocupan toda la vida en triunfar en este mundo, en lograr el éxito. Pues bien, nosotros, que conocemos lo pasajero de estos triunfos, trabajemos y luchemos por nuestro triunfo eterno, por ser santos, hoy, ya mismo, a cada momento, no descansar en tender siempre a la santidad, y ya gustaremos el Paraíso en la tierra, porque nos regocijaremos en la esperanza del premio grandioso que nos espera en la eternidad.
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