Cumplir los Mandamientos.
Todos los bienes nos vienen de cumplir los Diez Mandamientos; y todos los males, de incumplirlos.
Dios no nos quiere complicar la vida con prohibiciones caprichosas o mandatos cargosos, sino que Él nos da los secretos para que alcancemos el Paraíso y evitemos el Infierno.
Los Diez Mandamientos son como guías que nos mantienen en el camino correcto, si los cumplimos. Es decir, que son una ayuda para alcanzar el Cielo.
Pero cuando vamos creciendo en la vida espiritual y nos vamos santificando, entonces los mandamientos dan paso al amor, y ya no nos resulta pesado el cumplirlos, porque lo hacemos como si fueran una segunda naturaleza nuestra, y nos lanzamos a la conquista del Amor, de Dios.
Es difícil empezar la conversión, es ardua, pero vale la pena el esfuerzo, porque nos obtiene la felicidad en este mundo, por una conciencia tranquila, y la felicidad en la eternidad por haber cumplido la voluntad de Dios.
Los primeros tiempos de la conversión hay que luchar muy duramente contra el demonio, que hace lo imposible para que no nos escapemos de sus garras, pero Dios nos da la gracia suficiente para salir victoriosos, y con la oración constante, el demonio tendrá que soltar su presa y dejarnos tranquilos.
No tengamos miedo y comencemos hoy mismo a tratar de cumplir los Mandamientos, si es que no los estamos cumpliendo. Y recordemos que al no cumplir uno solo de ellos, es como si no cumpliéramos ninguno.
Algunos dicen para justificarse: “Yo no mato ni robo”. Como si los únicos mandamientos fueran “No matar” y “No robar”.
No. Los Mandamientos son Diez y hay que cumplirlos a todos y evitar violarlos, al menos, en forma grave.
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