Tomás de Kempis
LIBRO TERCERO
De la consolación interior
CAPÍTULO XVII
Todo nuestro cuidado se ha de poner en sólo Dios
Hijo, déjame hacer contigo lo que quiero. Yo sé lo que te conviene. Tú piensas como hombre y sientes en muchas cosas como te enseña el afecto humano. Señor, verdad es lo que dices, mayor es el cuidado que tú tienes de mí, que todo el cuidado que yo puedo poner en mirar por mí. Muy a peligro de caer está el que no pone todo su cuidado en ti, Señor, esté mi voluntad recta y firme en ti, y has de mí lo que quisieres, que no puede ser sino bueno todo lo que tú hicieres de mí.
Si quieres que esté en tinieblas, bendito seas; y si quieres que esté en luz, también seas bendito. Si te dignas consolarme, bendito seas; y si me quieres atribular, también seas bendito para siempre. Hijo, así debes hacer si quieres andar conmigo; tan pronto debes estar para padecer como para gozar. Tan de grado debes ser mendigo y pobre, como abundante y rico.
Señor, de muy buena gana padeceré por ti todo lo que quisieres que venga sobre mí. Sin diferencia quiero recibir de tu mano lo bueno y lo malo, lo dulce y lo amargo, lo alegre y lo triste, y te daré gracias por todo lo que me sucediere. Guárdame de todo pecado, y no temeré la muerte ni el infierno. Con que no me apartes de ti para siempre, ni me borres del libro de la vida, no me dañará cualquier tribulación que viniere sobre mí.
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