Actualizado el domingo 25/AGO/24

Conociendo a Jesucristo

Jesús, el Solo. 

Nunca meditamos bien la soledad de Jesús, que dejando el Cielo, vino solo al seno de María Santísima, que solo fue a ser bautizado por Juan Bautista en el río Jordán, que solo estuvo en el desierto frente a las tentaciones del Mal.

El Señor ha sufrido mucha soledad debido a su misión única y, además, debido a que los hombres no lo comprendían, y solamente su Madre fue quien más lo comprendió.

Y los hombres seguimos sin entender a Jesús y por eso lo dejamos tan solo en los tabernáculos de la tierra.

Que no nos suceda más a nosotros el no entender a Jesús, y al menos meditemos y, sobre todo, amémoslo para que no se sienta tan solo el Señor, que por nosotros los hombres se exilió de los Cielos, se exilió de su ciudad, de su familia, de su vida, de todo, que entregó todo por cumplir la Voluntad del Padre, y que fue abandonado por sus discípulos más amados.

¡Cuántas ganas de acompañar y consolar a Jesús nos deben dar estas reflexiones, sabiendo que Jesús se pone feliz cuando le hacemos compañía, aunque sean unos pocos minutos, a los pies del sagrario de la iglesia, donde Él está verdaderamente presente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, esperándonos!

No dejemos nunca más solo al Señor en el sagrario, sino vayamos, si no materialmente, al menos espiritualmente a sus pies, para hacerle compañía, porque la unión con Él debe comenzar en la tierra, para que luego sea eterna en el Cielo.

¡Alabado sea Jesucristo!

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Hoy más que nunca es necesario conocer a Jesucristo, para amarlo más, ya que nadie puede amar lo que no conoce.

Esta sección creada el 1 de abril de 2010, Jueves Santo de la Cena del Señor, estará dedicada a dar a conocer a Jesucristo, Dios y hombre verdadero, y a hacerlo amar por muchos hombres y mujeres de buena voluntad.

Ojalá estos textos nos enciendan el amor a Jesucristo y, como el apóstol San Juan, reclinemos nuestra cabeza sobre el pecho de Jesús y así vivamos felices en esta tierra, hasta ir a gozar un día del Señor en el Cielo, para siempre.

Encomiendo esta sección a la Virgen Santísima, la que mejor conoció a Jesucristo; que Ella nos guíe en esta noble y necesaria, más aún, vital tarea de conocer al Señor.

¡Alabado y adorado sea Jesucristo!